En 1866 estaba en pleno desarrollo la guerra de la Triple Alianza, como se denominó a la colusión de Argentina, Brasil y Uruguay contra el Paraguay. Y en septiembre de ese año el ejército argentino oriental estaba desplegado en batalla en los campos de Curupayti frente a las posiciones atrincheradas paraguayas.
La flota fluvial brasileña debía en una hora acordada proceder en apoyo al ablandamiento artillero de los atrincherados. Pero por motivos no claros el bombardeo se atrasó y según se supo después el fuego resulto lejano e impreciso y las posiciones paraguayas quedaron casi intactas.Pero aun así el avance a campo abierto y el asalto de argentinos, orientales y brasileños igualmente se puso en marcha aquel 22 de septiembre de 1866.
Las consecuencias del ataque fueron catastróficas el ejercito aliado sufrió mas de diez mil muertos y el paraguayo no supero el centenar de bajas. Como dato complementario, pero igualmente significativo y no precisamente un hecho menor, debe anotarse que la mayor parte del deficiente equipamiento argentino estaba compuesto por una vetusta fusilería de origen británico. La que databa de las ya por entonces remotas invasiones inglesas al Rio de la Plata en 1806 y 1807.
En ese momento trágico, el Paraguay quedo dueño del campo de batalla y a su vez el ejército aliado aparte de las numerosas bajas sufridas tuvo también un importante número de deserciones.Casi un año tardaría el mando argentino en reagrupar sus fuerzas para nuevas acciones.Y para peor en esas circunstancias el gobierno uruguayo prácticamente se desentendió del curso de la guerra y su ejército se desbando.Pero el gobierno paraguayo, concretamente su jefe el mismo Mariscal Francisco Solano López, no aprovecho la oportunidad favorable.
La explicación que posteriormente los mismos historiadores paraguayos brindaron se sintetizo en la siguiente conclusión. Solano López creyó que con la victoria de Curupayti la guerra había terminado y que era necesario a partir de ella una solución política, para lo cual esperaba una intervención mediadora del Gral. entrerriano Justo José de Urquiza, Gobernador de Entre Ríos y tenido por jefe indiscutido del federalismo argentino desde la caída de Rosas en 1852. Sabiendo que, en el frente interno del mismo, vastos sectores no se sentían en nada identificados con la continuación de la guerra.
Pero esa intervención no ocurrió al desentenderse Urquiza de esos reparos. Y como lo señalaría el Gral. paraguayo José Eduvigis Diaz, el mas decidido de sus jefes militares, al no emprenderse una ofensiva la circunstancial ventaja se perdería, lo que finalmente ocurrió.
Llegados a este punto es oportuno y se merece recordar brevemente como se había desarrollado la estrategia guerrera de ambos bandos contendientes. El bando paraguayo que inicialmente había llevado adelante una acción ofensiva ocupando al norte la región de Matto Grosso frente a Brasil y al sur la provincia de Corrientes sobre el litoral argentino uruguayo, apelando para ello al despliegue de la casi totalidad de sus efectivos terrestres.
Pero las cosas cambiaron, luego de que su limitada flota fluvial militar fue destruida por la flota brasileña en la batalla de Riachuelo cerca de Corrientes, y se vio compelido a replegar sus fuerzas a territorio propio, creando un glacis de seguridad fortificado al que creyeron inexpugnable.
Sosteniéndose a partir de allí en posiciones atrincheradas en suelo propio, en una táctica que podríamos comparar hoy en día con las guerras de trincheras que, medio siglo más tarde de aquel entonces, emplearían casi todos los estados europeos entre 1914-1918 durante la primera guerra mundial del siglo XX.
Pero a partir de entonces el Paraguay que estaba cercado quedo expuesto al desgaste y a una hambruna que lo diezmo físicamente terminando ello por influir a la larga en el desarrollo y resultado final de la guerra.
También tales circunstancias y las características pantanosas e insalubres de los campos de batalla hicieron también muy penosa la situación de los ejércitos aliados, incrementándose las bajas tanto por las batallas como por las enfermedades.
Sumándose a todo esto que en tierras del Plata la guerra contra el Paraguay no gozaba de ninguna simpatía en el pueblo llano. Y los gobernadores provinciales afines al gobierno de Mitre recurrían al odioso sistema de las levas forzosas de paisanos que se remitían encadenados al frente paraguayo. Reclamando después de la entrega de los traslados forzados la devolución de las cadenas, para poder continuar el trámite con nuevos envíos humanos.
Y después de Curupayti la situación se hizo más insostenible aun y las revueltas contra el reclutamiento crecieron en casi todo el interior argentino.
Por ello en los sectores más lúcidos del federalismo provinciano indudablemente que Curupayti termino por poner definitivamente sobre la mesa el carácter despiadado y antiamericano de la Triple Alianza. Siniestra colusión, la que ligaba al gobierno porteño de Mitre con los sectores colorados orientales representados por Venacio Flores y con el imperio esclavista de Brasil. Todo ello con el padrinazgo semioculto de los intereses británicos el que se dirigía a la destrucción del único estado sudamericano que no se correspondía con su política de recolonización comercial de Sudamérica.Cualquiera fuese el costo en sangre y vidas que sus pueblos tuvieran que oblar para consagrar el nuevo hegemon.
Pero a medida que la guerra avanzaba con mayor firmeza se fue gestando una salvífica reacción en los sectores federales argentinos, tomando como referentes a dos paladines de esa causa el entrerriano Ricardo López Jordan que claramente se lo expresara a su jefe el claudicante Urquiza: “no nos mande Ud. a combatir contra los paraguayos que son un pueblo hermano, ordénelo contra brasileños y portugueses y allí estaremos” .Y el catamarqueño Felipe Varela que también se hizo eco de sus sufrientes comprovincianos destinados sin alternativa a la levas medievales. Enzarzándolos en una guerra de reacomodamiento comercial imperialista y diezmando a sus propios pueblos.
Y en largo epistolario también se dirigió a Urquiza instándolo infructuosamente a usar su todavía creíble prestigio revirtiendo la situación propugnando la paz con el Paraguay, la unión con todas la republicas americanas y el retorno a la Constitución de 1853 pero sin las reformas introducidas por el porteñismo centralista.
Pero no sería oído y una vez más el destino final tendría que decidirse en el campo de batalla. (CONTINUARÁ)
Tema Relacionado:
CLICK para ver el texto del libro completo:
2. Moreno – Cruz del Sur