
EL 23 de setiembre de 1979, hace cuatro décadas tuvo lugar en el Índico Austral Pre Antártico, concretamente en las inmediaciones de las Islas Príncipe Eduardo y Marion (46°53-S- y 37°52-N-), una extraña detonación luminosa detectada por un satélite de observación norteamericano de la serie VELA. Por su envergadura se atribuyó a la presunta explosión de una bomba nuclear de hidrógeno.
El lugar se encuentra en similar latitud de las Malvinas Argentinas en el Atlántico Sur, pero a casi un millar de kilómetros náuticos del extremo austral de Sudáfrica, que las reivindica como propias y con ello respalda su aspiración al rango de país antártico. El episodio aún entonces tuvo escasa repercusión, a pesar de su espectacularidad.

Pero no careció de interés por las aristas que permanecieron sin responder. Hace unos días y siguiendo un informe reactualizado de la publicación norteamericana “Foreing Policy” y receptado por distintas agencias europeas a raíz de las cuatro décadas transcurridas la cuestión volvió al tapete. Se tratará de volver a ellas por el análisis de los factores actuantes en la situación geopolítica de entonces. Teniendo en cuenta aquella sentencia de Maquiavelo que refiere: “El mejor modo para conservar un estado es estar armado con armas propias, lisonjear a los súbditos y hacerse amigo de los vecinos. Las armas deben reservarse como último recurso, siempre y cuando los demás medios sean insuficientes” LA MENTE DEL HOMBRE DE ESTADO- Maquiavelo. Editorial LEVIATAN Bs. As, Edición 2005.
Por entonces y en plena guerra fría SUDÁFRICA e ISRAEL estaban comprometidos en la estrategia del bloque anglosajón liderado por EEUU. Pero ambos recibían un trato diplomático diferenciado.
SUDÁFRICA sufría restricciones en la compra de armamentos por su política de segregación racial, sosteniendo por si sola una guerra de guerrillas en su frontera norte contra los estados descolonizados abastecidos por el bloque soviético y asesorados por instructores cubanos. Por su parte, ISRAEL que desde 1948 libraba una guerra sempiterna contra los estados árabes que objetaban su misma creación estatal, recibía en cambio un fuerte apoyo en medios militares de EE.UU. Ambos Estados sin pertenecer a los bloques militares conjuntos como la OTAN, sin embargo, constituían piezas estratégicas claves de la misma. SUDÁFRICA por su control de la Base naval SIMONSTOWN esencial para el control de la navegación en torno al continente africano e ISRAEL por su capacidad de acceder a los pasos de SUEZ y al mismo MAR ROJO. Pero a pesar de este alineamiento ambos se mantuvieron apartados y sin firmar el Tratado de No proliferación de armas nucleares vigente desde 1968, en que fue abierto a la adhesión internacional.
En los hechos los dos estados mantenían una alianza bilateral que se traducía en cooperación económica, producción de armamentos e intercambio permanente de información estratégica. Pero resultaría una interpretación incompleta atribuirle al hecho detectado en las islas preantárticas un protagonismo exclusivo al Estado de ISRAEL, existiendo indubitables hechos que implican a SUDÁFRICA con el mismo, los que pueden citarse.
Desde los años sesenta del siglo veinte SUDÁFRICA mantuvo activo un programa nuclear de usos pacíficos, pero a partir del cual también desarrolló en un establecimiento apartado en las planicies del desierto de Kalahari una serie de armas nucleares tácticas. Y en el que hacia agosto de 1977, ahora por obra de un satélite soviético, se detectó un presunto polígono de pruebas de artillería, hecho que dado a difusión motivó una fuerte protesta regional. Aún así se mantuvo activo su programa central hasta 1993, siempre bajo la presión internacional conjunta de los EE.UU y la URRSS y de la protesta de países vecinos como AUSTRALIA.

Existe una referencia parcialmente discrepante sobre este punto como lo es la de Fidel Castro, un testigo comprometido pero de peso, quien refiere que en realidad las armas nucleares de Sudáfrica le fueron proporcionadas por EE.UU. Fue con vistas a neutralizar “in extremis” la intervención del ejército conjunto angoleño y cubano contra su similar de Sudáfrica en la guerra librada en dos etapas 1975 y 1988 en Angola y Namibia .Dice al respecto el primer ministro cubano sobre ellas y las armas atómicas atribuidas a Sudáfrica en la obra CIEN HORAS CON FIDEL. Conversaciones con Ignacio Ramonet, Tercera Edición 2006 incluyendo preguntas de la edición francesa. «EN AQUELLA ÉPOCA (1975) EE.UU COLABORABA CON EL RÉGIMEN SUDAFRICANO DEL APARTHEID ¿?: “Totalmente, y a ese respecto hay algo “muy importante que se me olvidaba decirle” ( )”, debo decirle que mientras Cuba estaba en Angola y ese país era invadido por los surafricanos, EE.UU se las arregló para traspasarle a Suráfrica varias bombas nucleares similares a las de Hiroshima y Nagasaki, por lo cual aquella guerra en Angola fue librada por los combatientes cubanos y angolanos contra un ejército y un régimen racista que disponía de ocho armas nucleares suministradas por EE.UU a través de ese sempiterno votante a favor del bloqueo a Cuba que es Israel. Y no eran pocas las esperanza de que las descargaran sobre nosotros, que teníamos grandes sospechas y adoptamos todas las medidas como si fueran a lanzar el arma nuclear contra nuestras tropas “LOS SUDAFRICANOS DISPONÍAN DE BOMBAS ATÓMICAS ENTREGADAS POR WASHIGNTON, ESO NO ES CONOCIDO ¿?” No es conocido pero es la pura verdad” ( )”Un día le pregunté a Nelson Mandela, por favor Presidente sabe Ud. donde están las armas nucleares que tenía Suráfrica ¿? No, no lo sé.
Y que le han dicho los militares sudafricanos ¿? No me han dicho una sola palabra. Esta es la hora en que nadie lo sabe y el mundo no hace esas pregunticas, nadie; como nadie hace pregunticas acerca de las armas nucleares que tiene Israel” (Texto citado págs.359, 360)
Sobre el mismo tema dice el diario The Observer de Londres de junio de 1986 (siete años después de la detonación del Índico Austral) dando cuenta de la construcción en Isla Marion de una pista valuada en cuatro millones de libras esterlinas se expresa: “según versión oficial, permitirá la operación de aviones C-130 destinados a vincularse por aire con Ciudad del Cabo. Pero en realidad es con vistas a mantener en el lugar una base de lanzamiento de misiles de investigación científica. Recordamos que en 1979 Sudáfrica hizo estallar allí un artefacto nuclear, lo que permite suponer implicancias militares” (lit.)
Y correlativamente a ello en enero de 1988 The Guardian también de Londres con el título ¿Alianza nuclear entre Sudáfrica e Israel? del académico Benjamin Beith Hallahmi, al comentar la obra se expresa que ambos países han desarrollado armas nucleares tácticas para una guerra de supervivencia regional como granadas Howitzer 155 mm limpias. Y textualmente de la obra se añade: “el mundo ha estado mirando a ambos estados con ojos anticuados en materia de tecnología nuclear. Lo que han ideado algunos cerebros brillantes de ambos estados es una solución original al problema de la supervivencia propia que puede ser empleado en base a una sólida alianza que data por lo menos de las experiencias de 1979” Autor DAVID FAIRHALL (Texto citado).
Hace ya cuarenta años a raíz de la detonación detectada en el Índico austral los analistas militares norteamericanos informando al Presidente Jimmy Carter del hecho, coincidieron indubitablemente en que el mismo respondía a una deflagración nuclear. Pero Carter no hizo ningún comentario entonces, ni tampoco en sus memorias posteriores volvió sobre el tema. Por entonces, su administración estaba fuertemente empeñada en consolidar las negociaciones entre EGIPTO e ISRAEL para lograr un acuerdo de paz en cercano oriente. Lo que las interpretaciones de distintos analistas posteriores concluyeron sobre esta actitud es que CARTER no quiso con ello comprometer la misma por un hecho remoto. Tampoco se pidió o se hizo ninguna inspección sobre el terreno que ampliara o desmintiera fehacientemente la existencia del mismo. Así entonces los acuerdos entre EGIPTO e ISRAEL auspiciados con la administración CARTER en julio de 1978 siguieron adelante sin la perturbación de ningún hecho colateral. La razón de estado y sus opciones de conveniencia estratégica prevalecieron. A cuarenta años del incidente el único jefe de Estado sobreviviente que queda es el mismo CARTER, sin que haya ampliado sus escuetas declaraciones de aquella época ni manifestado intención, hasta el presente, de hacerlo.
Recurriendo a las experiencias históricas en que los estadistas se ven compelidos a opciones como la presente, resulta esclarecedora puntualmente la reflexión de CHARLES DE GAULLE, el estadista por excelencia, que también asumió una vez la decisión de dotar a su país FRANCIA de una capacidad nuclear disuasiva autónoma en 1964 contra las objeciones expresas del grupo anglosajón. En sus conversaciones con André MALRAUX sobre el tema refiere puntualmente: “el alma real de la política era la Nación ¿la Nación seguirá siendo lo que era? Ya no podrá decirse durante mucho tiempo más que la bomba atómica no es sino una bomba más potente que las demás “( ) “El medio de guerra más poderoso ha empezado por traer la paz. Una paz extraña pero paz al fin. Espere Ud. a ver como siguen las cosas” LA HOGUERA DE ENCINAS. André Malraux. SUR Bs.As, Edición 1972.
En 1993 SUDÁFRICA durante la administración DE KLERK procedió a desmantelar por fases su centro de pruebas del KALAHARI incluidas sus ojivas preparadas para la activación. Cumpliendo a satisfacción las recomendaciones de la Agencia Internacional de Energía Atómica, con lo que pudo rubricar el tratado para África de desnuclearización de planes con esa capacidad bélica.
Respecto del incidente de 1979, conocido en la jerga mundial especializada como “incidente VELA”, ISRAEL reiteró públicamente su no injerencia en el mismo. Y respecto de las implicancias de sus planes nucleares mantuvo su política de reserva expresa. Llegando al extremo de procesar y condenar en 1986 a Mordejai Vanunu, uno de sus científicos más importantes por expresiones vertidas sin autorización sobre el tema.
Resulta difícil al momento presente imaginar si un hecho como el ocurrido en 1979 en el Índico Austral Pre Antártico sería tan disimulado “bajo la alfombra” como lo fue este. En una actualidad internacional mucho más permeada por la intercomunicación digital y de todo otro tipo, o en que la conciencia ambiental vigente desde la Eco RÍO 92 o el Protocolo de Kioto se abre pasos cada vez más presurosos, resulta muy difícil imaginarlo.
Hace algunos siglos atrás en tiempos del Emperador Carlos V en el ánima de sus cañones, las armas de “destrucción masiva” más importantes de que se disponía entonces, se hizo grabar el latinazgo “ÚLTIMA RATIO LEGIS” (la última razón de la ley), dando a entender que solo era lÍcito su uso cuando todo otro medio incruento para preservar la paz se hubiera agotado.
Ante los refinamientos actuales del arte moderno de la destrucción disponibles, dentro o fuera del Estado, en que la posibilidad de que no solo la humanidad sea víctima de una hecatombe sino también todo el planeta, sus aguas, sus cielos y su posibilidad de sustentar alguna forma de vida cabe preguntarse: ¿En qué ojiva o proyectil habría que poner la invocación a la última razón de la ley?
