ARTICULOS PROPIOS

HISTORIA DEL PRIMER EJERCITO ARGENTINO. AL CALOR DE LOS HECHOS DE MAYO DE 1810

Al asumir la Presidencia de la República Nicolás Avellaneda en 1874, el Presidente Constitucional saliente Domingo Faustino Sarmiento le dirigió las siguientes palabras, junto con los deseos de buena gestión: “Señor Presidente usted es el primer argentino que llega a esta magistratura sin haber pasado por lo menos una vez por el campo de batalla. El hecho era significativamente cierto, desde antes de la revolución de 1810 nadie con esa responsabilidad había sido exceptuado o no había tenido que sufrir la prueba de las armas, fuera o no fuera militar. Y aún antes de que los ejércitos regulares propiamente dichos hubieran sido institucionalmente creados. Al calor de este Aniversario de Mayo resulta insoslayable entonces retornar documentalmente a ese pasado aparentemente remoto.

Para ello trataré de acercarme al tema en base a las conclusiones de autores antiguos y modernos que lo trataron desde distintas líneas de pensamiento. Sin que sus opiniones por ello sean más que una cita de un tema aún hoy vigente.

Para comenzar puede decirse que antes de la existencia misma del Estado Argentino, en 1776 cuando fue fundado el Virreinato del Río de la Plata con capital Buenos Aires su primer Virrey y un verdadero protoargentino, Don Pedro de Cevallos, trajo consigo por única vez a un ejército real español que se mantuvo en tierras del Plata mientras duró su gestión, partiendo con él al terminar la misma. A partir de entonces la seguridad del Virreinato hasta las hoy suspicazmente olvidadas invasiones inglesas de 1806 y 1807 estuvo a cargo de unas unidades de infantería muy reducidas y mal pagadas, que con el tiempo se fueron raleando en efectivos, uniformes y elementos bélicos. Y también sobre los blandengues unidades de a caballo casi policiales, destinadas en general a custodiar las grandes pampas de entonces. Un estudioso como Félix de Azara que recorrió el país hacia 1801 dice lo siguiente: “No hay con quien compararlos, siendoles igualmente desconocidos el honor, pudor, vergüenza, disciplina y respeto”, citado por Ricardo Caillet Bois en “La colonia en 1810”, (Edición Círculo Militar, Sesquicentenario Revolución de Mayo 1960 en adelante Ed. Circ.Mil. 1960)

Carentes de verdaderas tropas veteranas, la intentona británica de 1806 y 1807 fue repelida por la población organizada en milicias al estilo español y sustentadas precunariamente por los comerciantes de la ciudad de Buenos Aires. Un antiguo documento firmado por Santiago de Liniers jefe de esa resistencia, un francés marino de profesión y contratado por España, describe muy claramente la situación de esos momentos de organización defensiva en su proclama del 6 de setiembre de 1806 después de reconquistar la ciudad: “Los soldados de la patria deberán concurrir a la real fortaleza a fin de arreglar los batallones y compañías, nombrando los comandantes y sus segundos a voluntad de los mismos cuerpos.”

Se formarán cuerpos separados y por provinciasCitado por Carlos A. Pueyrredón en “Don Cornelio Saavedra y la creación de nuestro ejército” (Ed. Circ. Mil. 1960)

Esa primera referencia brinda el porque de los nombres posteriores y los orígenes mismos de esas milicias en base a sus componentes y los dispendios de sus sostenedores. Así los Arribeños recibirán ese nombre porque ese era el apelativo que recibían las gentes del interior en la ciudad puerto. Los patricios y los urbanos del comercio por ser sufragados sus uniformes y equipos por los sectores y más pudientes de Buenos Aires. Los pardos y morenos por estar integrados por africanos esclavos donados para el servicio de las armas por sus dueños, a cambio de una eventual futura libertad. Los Húsares de Pueyrredón, una unidad montada, al ser sostenidos por hacendados de las inmediaciones de Buenos Aires se distinguían por el nombre de su jefe y promotor. Y los habitantes de cada región de España se organizaron en base a sus procedencias peninsulares, por ejemplo los tercios de gallegos, de vizcaínos o de asturianos.

Carentes de oficialidad y de institutos de formación militar, todos debían subordinarse o asumirse como una tropa con jefatura improvisada en base a la mayor o menor experiencia con las armas, o en base a los méritos obtenidos en la lucha contra el invasor británico.

Esa incipiente organización defensiva respondía a una tradición muy española, que viniendo desde la reconquista del país de la dominación musulmana, distinguía claramente a las tropas reales subordinadas al monarca de las milicias concejiles o dependientes de un ayuntamiento o una alcaldía. Se traducía así una imposición de la realidad vigente, ante la necesidad de defenderse de la mejor forma ante un peligro común.

Hasta 1809 se mantuvo esa estructura de poder defensiva compartimentada entre naturales del país y peninsulares arraigados y separados por regiones. Por entonces Napoleón había invadido la Península Ibérica y España, antes enfrentada a Inglaterra, mantenía con ella una alianza de hecho. En enero de ese año hubo en Buenos Aires una asonada para derrocar a Liniers por parte de sectores peninsulares desconfiados de este y exaltados por la invasión napoleónica de España. Y allí se produjo una variación clave en la relación de fuerzas.

La asonada fracasó sin mayor efusión de sangre, pero produjo el desarme y la dispersión de los sectores peninsulares a favor de las fuerzas criollas, las que quedaron dueñas del mayor poder de las armas y sus jefes quedaron en condiciones de decidir por prestigio hacia quien volcar su influencia. Un historiador más que clásico como Bartolomé Mitre lo describe de esa forma: “. . . a consecuencia de este movimiento los cuerpos europeos fueron desarmados y los americanos conquistaron el derecho casi exclusivo de llevar las armas de las que tan noble uso habían sabido hacer en tres ocasiones” “el nervio de la próxima revolución estaba constituido y solo faltaba la ocasión, y la idea madura para que estallara apoyada en su propia fuerza y en la opinión consciente” (lit.) “Historia de Belgrano y de la Independencia Argentina” Tomo I Edición EUDEBA 1967.

Liniers a pesar de su prestigio ante la generalidad de los criollos tuvo finalmente que ceder el poder y así arribó a Buenos Aires el nuevo virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros designado por la autoridad peninsular subrogante en la Península. Era un respetado marino español héroe de la batalla de Trafalgar, pero en el Plata fue apenas el detentador de un poder formal y sin fuerza. Sostenido por los sectores más recalcitrantemente absolutistas del clero español y la Real Audiencia, fue claramente resistido por los criollos y por no pocos españoles.

En ese ambiente caldeado, por los acontecimientos de Europa, se gestó en mayo de 1810 la primera revolución argentina. No es un exceso decir entonces que el acto incruento de la proclamación emancipadora de 1810 fue cumplido por el pueblo organizado, con el reaseguro de esa estructura defensiva sustentada por el mismo. De no haber sido de esta forma la situación pudo haber sido muy diferente, o incluso trágica. Apenas un año antes, los pronunciamientos emancipatorios de los criollos altopeuanos de Cochabamba, Potosí y La Paz habían sido ferozmente reprimidos por los absolutistas que controlaban la fuerza armada con ejecuciones en masa, incluyendo confiscaciones y aun saqueos de bienes de los condenados. Pedro Domingo Murillo, uno de los jefes del pronunciamiento, fue ejecutado en La Paz junto con otros conjurados en esas jornadas. Todos estos hechos en que no se ahorró sangre ni violencia, así como los anteriores de Quito, eran claramente conocidos en Buenos Aires. O sea, ningún bando ignoraba que estaban jugándose, como se decía por aquellos años, con “vidas y haciendas”. Y también que se pasaba de la discusión asambleísta a la dialéctica de las armas con extrema rapidez y sin solución de continuidad.

No debe extrañarnos entonces que el 29 de mayo de 1810 uno de los primeros actos indiscutidos del Primer Gobierno Patrio fuera la creación de una fuerza armada orgánica con características de ejército regular. Y que por ello al Decreto de creación lo refrendaran sin ninguna reserva todos los miembros de la Junta de Gobierno. Haciendo una lectura de sus partes medulares se dice al comienzo mismo: “Cuerpos Militares de Buenos Aires, la energía con que habéis dado una autoridad firme a vuestra Patria no honra menos a vuestras armas que la madurez de vuestros pasos distingue vuestra generosidad y patriotismo ¿Quién no respetara en adelante a los cuerpos militares de Buenos Aires? Si examinan vuestro valor lo hallaran consignado por las más gloriosas victorias, si se meditan esas intrigas que más de una vez dieron por tierra con los pueblos” esforzados, temblaran al recordar la gloriosa escena que precedió a la inauguración de esta Junta” (También aparece claramente la convulsa situación europea) Un heroico esfuerzo se propuso vengar tantas desgracias, enseñando al opresor de la Europa que el carácter americano opone a su ambición una barrera más fuerte que el inmenso piélago que ha contenido hasta ahora su empresa(Y se alude luego) A estos soldados iniciados en la libertad cargando armas para abrir paso a la razón en la recuperación de sus derechos, única guía que se debe fijar el destino de estas provincias, como una barrera fuerte con un valor ya consagrado en las gloriosas victorias de la reconquista y la defensa(Se exhorta luego en la extensa pieza)

Conservar unida siempre la oliva de los sabios con el laurel de los guerreros”. (Documento obrante al tomo 1, página 18 del Registro Oficial de la República Argentina año 1879).

Siguen luego disposiciones reglamentarias específicamente militares para la nueva estructuración de las unidades existentes ahora como regulares, medidas para la leva, reclutamiento de efectivos y también peticiones a la población de donativos y elementos para completar el equipamiento, las que deberán ser entregadas en casa del Vocal Miguel de Azcuénaga.

Este documento es clave para apreciar la situación vigente al momento mismo del inicio de la gestión del Primer Gobierno Patrio y desde siempre se lo ha leído tendenciosamente o con los más variados prejuicios ideológicos. Analizaremos algunas vertientes distintas, pero con interpretaciones que arriban a conclusiones cercanas entre sí.

Hace medio siglo, con motivo del Sesquicentenario de Mayo, Gustavo Martínez Zuviria un autor identificado con sectores conservadores de la Iglesia Católica de entonces edito un trabajo llamado “Año X” Edición Thau 1960, hoy casi inhallable. En el mismo sostenía puntualmente sobre este tema dos cuestiones a las que les daba el carácter de axiomas históricos, a saber: La Revolución de Mayo fue exclusivamente militar y realizada por los señores” ( ) “El populacho no intervino en sus preparativos ni comprendió que se trataba de la Independencia(Literalmente obra citada)

El autor de muy bella prosa novelística, pero no necesariamente diestro con temas rigurosamente documentales, ahonda también en otros aspectos históricos que merecerán un tratamiento separado en otra oportunidad. Así en sus afirmaciones antes citadas le añade una postura que asimila a la Gesta de Mayo con un cuartelazo aristocrático lo que resulta inaceptable. De la misma forma en que tipifica al pueblo e Buenos Aires como extraño a los hechos de la emancipación, sustentando su conclusión en una afirmación de Mitre, a la que transcribe diciendo: “Tanto los patriotas que encabezaban el movimiento revolucionario, como los españoles que en el cabildo abierto habían al empuje de la opinión, todos pertenecían a lo que podría denominarse  la parte aristocrática de la sociedad” ( ) “Esto hacia que estuvieran de acuerdo en un punto capital, cuál era el impedir que el populacho tomase en la gestión de los negocios públicos una participación activa y directaBartolomé Mitre (Obra citada)

Sin embargo ese populacho al que se alude como distante, concurrió a las primeras llamadas del Gobierno Patrio a ofrecer cuando menos su sangre, aparte de sus bienes. De lo cual hay muchas fuentes documentales que lo certifican y que estuvieron al alcance tanto del opinante como de su citado. Pero que no fueron tomadas en cuenta para arribar a la conclusión sobre los protagonistas de la Gesta de Mayo.

También en una obra actual: “Hacendados en armas” Ediciones RyR, Buenos Aires abril 2009 debida al autor Fabián Harari, desde una perspectiva ideológica absolutamente divergente con el remoto preopinante anterior se arriba a una conclusión que paradojalmente se le acerca en la caracterización del protagonismo cumplido por las milicias en los sucesos de Mayo de 1810. De su cuidado y minucioso trabajo extraigo citas que me llevan a esta primera apreciación. Dice este autor en sus conclusiones: “El cuerpo de Patricios aparece como el corazón de la alianza revolucionaria y la dirección del partido de la revolución. Es la organización más numerosa, la que ejerce las principales acciones desde 1808 y ostenta una intervención decisiva en los sucesos de enero de 1809 y mayo de 1810, las milicias no son organizaciones armadas al servicio del Estado, ni árbitros de las disputas, sino organizaciones políticas que se enfrentan por la conducción de la sociedad. El cuerpo de Patricios es un partido político”. (Ob. Cit. Página 315).

Más adelante sustentando siempre en el pensamiento dialectico revolucionario concluirá in fine: “. . .Podemos decir que nuestra Revolución de Mayo no es otra cosa que nuestra revolución burguesa. Y ya no tiene sentido reiterado, ni en su totalidad ni en alguna de sus partes. Tal vez haya llegado ya el tiempo de los proletarios en armas(Ob. Cit. Página 318). A pesar de su minuciosidad analítica, el autor pasa de largo sobre las divergencias anteriores y posteriores que existieron entre los jefes de los cuerpos armados y los miembros del futuro Primer Gobierno Patrio. Las que denotaban sin duda la existencia de dos proyectos muy distintos entre si. Y en segundo lugar porque el análisis queda atrapado en una contradicción insalvable para su línea de pensamiento. Cual es la de atribuir a un solo sector político social la posibilidad de asumirse como elite en cuestiones que por su trascendencia hacen que sea solamente el pueblo quien tiene la última palabra acerca de su destino.

A mi entender ninguna de las conclusiones de ambos actores, ni el de hace cincuenta años atrás ni el más actual, agotan acabadamente el tema. Sea que se interprete que las milicias de Mayo de 1810 eran una aristocracia señorial o por el contrario se las crea una vanguardia sectorial armada. En ambos casos interpretativamente se transpolan a aquellos años pautas actuales llegando a conclusiones muy difíciles de compartir.

Fundamentalmente, porque en lo esencial, es irrefutable que la Revolución de Mayo de 1810 es el resultado de una decisión política del pueblo reunido acorde la representación popular por entonces vigente. La cual ante las maniobras dilatorias de una minoría excluyente y reaccionaria se apoya en la fuerza que la sustenta y en sus jefes de prestigio, para hacer cumplir el mandato del pueblo de formar gobierno. Es así que cuatro días después y ya instaladas las nuevas autoridades, en el ejercicio de facultades propias, se decide dar forma orgánica al primer ejército regular a partir de las milicias preexistentes, como lo dice el decreto del 29 de Mayo a los que se llama expresamente por ese nombre “Cuerpos Militares” dándoles el carácter de brazo armado del Estado y destinado a preservar la libertad de todos.

La aceleración respecto de que antes de esta normativa el carácter de militar por si solo fuera una categoría excluyente de la voluntad popular la da un artículo de la Gaceta de Buenos Aires. Ni más ni menos que el órgano de difusión creado por el mismo Gobierno, el que expresa en un editorial del mes de junio de 1810, que se cita: “. . ¿Qué es un soldado? Un hombre dedicado a la patria. Todo hombre es soldado nato, y amenazada la patria todos deben exponer la vida por su defensa” ( ) “¿Cuáles serán los objetivos del soldado? La tranquilidad interior, el respeto exterior y la pericia con que deben estar instruido en tiempos de paz para operar en tiempos de guerra” (Doc. Cit. La Gaceta de Buenos Aires del 11 de junio de 1810)

El fragmento escogido corresponde a lo que según Enrique Ruiz Guiñazú se llamó el “Catecismo militar”, según la denominación que se le dio en la época. El mismo también círculo como libelo destinado a la instrucción de las tropas del naciente primer ejército. Y es muy elocuente acerca de la visión pública que se tenía de la misión del soldado y de la sociedad a la que pertenecía.

Décadas más tarde de estos hechos, Domingo Faustino Sarmiento refiriéndose a la Revolución de Mayo a la que ya podía mirar con proyección histórica le dedica un párrafo al protagonismo inicialmente urbano de la misma, diciendo en 1834 en su Facundo: “La guerra de la revolución argentina ha sido doble, primero guerra de las ciudades iniciadas en la cultura europea contra los españoles, a fin de dar mayor ensanche a esa cultura, segundo guerra de los caudillos contra las ciudades” ( ) “Las ciudades triunfan de los españoles y las campañas de las ciudades. He aquí explicado el enigma de la revolución argentina, cuyo primer tiro se disparó en 1810 y el ultimo aún no ha sonado todavía” (Autor y ob. Cit. Edición Losada Buenos Aires 1995 página 105)

Pero a fin de no perder el hilo temático, acerca de como se organizó y sostuvo el primer Ejército Argentino, para terminar creo que debe volverse a una fuente documental común como lo es lectura minuciosa de las noticias y editoriales de la Gaceta de Buenos Aires del mes de junio de 1810. Al informar de eco que recibiera la petición de apoyo hecho a la población de Buenos Aires en una nota de ese mes y año se enumeran los nombres de los donantes y el monto de sus aportes para sustentar el equipamiento de las tropas que partirían a llevar el mensaje revolucionario a las provincias del interior. Por ejemplo, se dice respecto de una donación: “. . . El joven Pedro Agüero de edad de 9 a 10 años de edad, oblo dos pesos fuertes y con permiso oferto su persona para el servicio que le permitían sus tiernos años. El pardo Julián José Agüero de cinco años de edad ha oblado un peso fuerte, la parda Basilia Agüero dos reales. Y en colofón del número 6to del periódico hace una nota editorial sin que refiere literalmente:” . . . Causa ternura el patriotismo con que se esfuerza el Pueblo para socorrer al erario en los gestos precisos para la expedición a las provincias inferiores. Las clases medianas, los más pobres de la sociedad son los primeros que se apresuran a porfía para consagrar a la patria una parte de su escasa fortuna.

Empezaran los ricos las erogaciones propias de su caudal y de su celo, pero, aunque un comerciante rico excite la admiración por la gruesa cantidad del donativo, no podrá disputar ya al pobre mérito recomendable de la prontitud en sus ofertas.” (Literalmente números tercero a octavo de la Gaceta de Buenos Aires del mes de junio de 1810)

La Revolución de Mayo había creado por ley el primer Ejército Argentino. El pueblo que lo pago, también formo en sus filas y recorrió todo el Continente Sudamericano. Comenzaba una larga historia, con luces y sombras, y que también cumple dos siglos.

 

Carlos Alberto MORENO JUAREZ

Abogado – Responsable Zona Sur del Instituto Superior Arturo Jauretche

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